Conforme a tal criterio, comenzaremos por nuestras actuaciones frente a nosotros mismos, las cuales debemos orientar hacia un comportamiento digno, que conlleva el cuidado de nuestra personalidad integral, con un cuerpo limpio y sano, física y espiritualmente.
La etica personal, frente a los demás seres humanos nos obliga a ser respetuosos, generosos, nobles, considerados y justos; independiente de la edad, raza, sexo o posición social de los demás individuos, conlleva el compromiso ineludible de prestar ayuda física o espiritual a quien lo necesite.
Es más difícil solicitar ayuda espiritual que física. Extrañamente, es más fácil pedir alimentos o medicinas, que ayuda espiritual cuando la frustración perturba nuestro espíritu y se requiere asesoramiento, consejo o siquiera una palabra de solidaridad, porque ello amerita mostrar intimidades y penas. Paradójicamente, y no obstante tenerla voluntad, no todos pueden producir buenos consejos o asesoramiento para tranquilizar o sanar el alma; en cambio, no se requiere calidad o cualidad especiales para suministrar ayuda económica o física.
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